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Un alegato en pos de la independencia individual y una útil herramienta para confrontar al gregarismo colectivista patrocinado por la izquierda.
El progresismo es una religión. Laica, pero una religión al final de cuenta, con sus dogmas, sus varias congregaciones, sus profetas y sus verdades reveladas. Quizás por este motivo los vicarios de la secta se animan a dictar al planeta todos los días de qué manera debe conducirse. No obstante, por alguna extraña razón, ninguno de los referentes intelectuales de la progresía moderna se siente obligado a ver en su conducta personal aquello que con tanta fiereza pide a el resto.
Este entretenidísimo libro de Pablo Molina, una genuina promesa por talento, facilidad y contundencia, se distribuye en tres partes. En la primera, hace un simple repaso por los orígenes intelectuales de la izquierda, para probar que nada es casual en el pensamiento progresista. Es el resultado de la transformación táctica del marxismo, de su apuesta por cambiar y confundir la civilización para de este modo editar la verdad. (Un libro de próxima aparición en España lo llama “la extraña muerte del marxismo”).
Esta parte es probablemente la más esencial, más que nada para esos que inocentemente no valoran la unidad de método y el origen, no casual, de la manipulación sistemática de la verdad que hace la izquierda.
La segunda parte es un fresco ocurrente y revelador de las infinitas incongruencias progres. De la falta de consistencia de una ideología cuya mayor debilidad es la absoluta desconexión con la verdad: si la verdad no encaja en nuestro esquema progresista no pasa nada, cambiemos la verdad a fin de que encaje. Es la demanda de la “hiprogresía”.
En la tercera parte, el creador hace una ojeada a ciertos principios y también instituciones que han supuesto el progreso de nuestra civilización occidental. La independencia y compromiso personal, el principio de un gobierno con limite y el consiguiente principio de subsidiariedad del Estado respecto de la sociedad, tal como a ciertos principios económicos negados por el colectivismo izquierdista.
Un libro bastante sólido para tomárselo seriamente y sobradamente entretenido para vivir un momento maravilloso. (Sugerido, más que nada, para los mucho más jóvenes, probablemente los mucho más presionados por la maquinaria políticamente adecuada del pensamiento progre).
El progresismo es una religión. Laica, pero una religión al final de cuenta, con sus dogmas, sus varias congregaciones, sus profetas y sus verdades reveladas. Quizás por este motivo los vicarios de la secta se animan a dictar al planeta todos los días de qué manera debe conducirse. No obstante, por alguna extraña razón, ninguno de los referentes intelectuales de la progresía moderna se siente obligado a ver en su conducta personal aquello que con tanta fiereza pide a el resto.
Este entretenidísimo libro de Pablo Molina, una genuina promesa por talento, facilidad y contundencia, se distribuye en tres partes. En la primera, hace un simple repaso por los orígenes intelectuales de la izquierda, para probar que nada es casual en el pensamiento progresista. Es el resultado de la transformación táctica del marxismo, de su apuesta por cambiar y confundir la civilización para de este modo editar la verdad. (Un libro de próxima aparición en España lo llama “la extraña muerte del marxismo”).
Esta parte es probablemente la más esencial, más que nada para esos que inocentemente no valoran la unidad de método y el origen, no casual, de la manipulación sistemática de la verdad que hace la izquierda.
La segunda parte es un fresco ocurrente y revelador de las infinitas incongruencias progres. De la falta de consistencia de una ideología cuya mayor debilidad es la absoluta desconexión con la verdad: si la verdad no encaja en nuestro esquema progresista no pasa nada, cambiemos la verdad a fin de que encaje. Es la demanda de la “hiprogresía”.
En la tercera parte, el creador hace una ojeada a ciertos principios y también instituciones que han supuesto el progreso de nuestra civilización occidental. La independencia y compromiso personal, el principio de un gobierno con limite y el consiguiente principio de subsidiariedad del Estado respecto de la sociedad, tal como a ciertos principios económicos negados por el colectivismo izquierdista.
Un libro bastante sólido para tomárselo seriamente y sobradamente entretenido para vivir un momento maravilloso. (Sugerido, más que nada, para los mucho más jóvenes, probablemente los mucho más presionados por la maquinaria políticamente adecuada del pensamiento progre).
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