Cuadernos. Volumen IV

«Lichtenberg es nuestro pensador. En ocasiones uno tiene la tentación de decir que es nuestro único pensador» Roberto Bolaño

El cuarto volumen y penúltimo de los Cuadernos de Lichtenberg no rebaja ni muchísimo menos el tono frecuente de su obra. El espíritu despierto, irónico y crítico de este intempestivo se expone de la mejor manera, realizando gala de un afilado y osado escepticismo.

En este volumen de los Cuadernos se tratan temas de hondo calado para el hombre: la abismática brecha entre la fe y la razón, el sentido de la historia, la civilización, la existencia de la crueldad y sus efectos, la ética, la independencia, las relaciones personales, los sueños, el arte, la música, el suicidio y el sexo.

Respecto a su crítica a la filosofía clásico de corte academicista, arremete de nuevo contra todo. Por medio de Kant, al que asimismo lanza algún dardo, y su bestia negra Böhme, explora la relación entre los conceptos de necesidad y azar, determinismo y independencia. Sobre esto de la metafísica como inconveniente, o de los límites de nuestro conocimiento, averigua en las relaciones entre el ser y el no-ser, y apuesta revolucionariamente en el chato lógico por la negación del principii contradictionis.

Para finalizar, su crítica a la religión es manifiesta en el momento en que asegura que la doctrina pura de Cristo es buen manual para la alegría y la paz, que, sin embargo, debe quedar «refinada de la bazofia de los sacerdotes». Por todo ello, y por su singularidad y hondura, Lichtenberg fue entre los pocos pensadores alemanes de cabecera seleccionados por Friedrich Nietzsche como representantes de la auténtica cultura, que había de ser para él espéculo de los enormes espíritus de la temporada.