Crisis permanente: Entre una fraternidad huérfana y una democracia insurgente (HUELLAS Y SEÑALES nº 2056)

Nuestra temporada está marcada por fenómenos globales que causan una crisis tras otra. Confiamos en que sería viable salir de estas y que cada generación va a vivir mejor que la previo, pero la inestabilidad en todos y cada uno de los campos generó un malestar creciente y incesante. Habitamos una "crisis persistente" y las viejas ideas de avance se detallan inútiles de conseguir resoluciones funcionales o perdurables. Este término nuevo, que hace aparición en escritos contemporáneos de Koselleck, Ricoeur, Beck o Bauman, no solo nos pide su entendimiento, sino nos ordena a un cambio en la forma de meditar y accionar. En la línea de Jean-Marie Guyau, Jordi Riba examina la iniciativa de "crisis persistente" como un motor de cambio positivo, sin precisar romper con el modelo democrático. La democracia es un desarrollo sin fin, pero precisa ser renovada por la acción ciudadana. No hay democracia sin crisis y aquella no se mantiene sin el ejercicio fraterno de sus elementos. La metáfora de la fraternidad integradora y huérfana de liderazgos ilustra la situación donde la raza humana está y sobre la que es viable alzar un nuevo emprendimiento de modernidad y convivencia solidarias.