Cazador (Biblioteca Alberto Vázquez-Figueroa)

¿Quién era y de dónde había salido El Cazador? Aquella era una pregunta que a lo largo de años se habían hecho la mayor parte de los furtivos del conjunto de naciones africano, sin que nunca se lograra conseguir una contestación razonable. Para bastantes, El Cazador era mucho más bien una parte de una historia de historia legendaria que un ser de carne y hueso que cumplía siempre y en todo momento su amenaza de recortar la mano derecha a todo el que matase a un animal protegido, o ejecutaba después sin apelación a quien, pese a hallarse mutilado, reincidiera en sus actos. De Angola a Camerún o de Ruanda a Nigeria, la historia de historia legendaria de El Cazador se había ido propagando como una mácula de aceite, o quizá como una absurda patraña, pues resultaba de todo punto inconcebible que pudiese existir un ser omnipresente con la capacidad de castigar en exactamente la misma semana a los motores de búsqueda de marfil de Uganda, a los cazadores de rinocerontes dela República Centroafricana o a los coleccionistas de trofeos mozambiqueños...