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«La Arquitectura y la Vida» es el título de una sección del períodico El Sol publicada a fines de los años veinte del pasado siglo, que cautivó a los que leen con productos sobre arquitectura. En contraste a las publicaciones expertos, esta pretendía argumentar la arquitectura para ponerla al alcance general. Como la comprendían sus autores, Carlos Arniches y Martín Domínguez, su misión era prosperar la vida de los ciudadanos. Como arquitectos que estaban prestos a ayudar en la modernización del país, pretendían reportar al público del papel que podía ejercer su profesión en beneficio general. Su firma, «Arniches y Domínguez», se transformó en el alias de la sección.
La tarea técnico-pedagógica, que primaba sobre la literaria, apuntada a leyentes pertenecían a los ámbitos modernos y a la joven intelligentsia, enseña el lenguaje liso que empleaban, siendo conscientes de dirigirse a su generación. Solo en los últimos instantes incluyeron algún producto sobre temas candentes de todo el mundo arquitectónico especializado.
De estos contenidos escritos se deduce el pensamiento arquitectónico de estos 2 jóvenes vanguardistas de la «Generación del 25», predecesores del Movimiento Moderno español.
Los productos son congruentes con las proyectos que hicieron hasta el estallido de la Guerra Civil y, en la situacion de Carlos Arniches, hasta su muerte en el año 1958. Tanto las proyectos conjuntas de los dos como las que hicieron a solas, aportan ejemplos y datos suficientes para determinar la personalidad arquitectónica de cada uno de ellos y su iniciativa de la modernidad, e inclusive para saber la autoría de muchas de ellas. Esto deja recomponer la línea arquitectónica personal y entablar el respeto de cada uno de ellos por sus ideas y la congruencia con la que cada quien sostuvo los capitales que afirmaba proteger.
La importancia de esta colaboración con el diario El Sol radica, por una parte, en la aportación que su testimonio piensa para comprender la obra de estos 2 arquitectos, y en los datos que este da para ponerla en contexto y entender su avance durante la vida de los dos. Y por otra parte, «La Arquitectura y la Vida» deja comprender mejor no ahora a estos 2 individuos fundamentales de nuestra arquitectura moderna, sino más bien al grupo de los arquitectos de la «Generación del 25» que, como aseveró el crítico británico William J. R. Curtis refiriéndose al savoir faire español, se ha caracterizado durante todo el siglo XX considerablemente más por lograr que por decir. De esta manera, la única obra de peso redactada por algún integrante señalado de aquella generación fue a lo largo de años la amplia y minuciosa compilación de productos de Fernando García Mercadal, alma máter del conjunto. Salvo eso, solo los pocos productos de Lacasa y alguno que otro disperso de Zavala, Bergamín, Blanco Soler, Sánchez Arcas o Figueroa, y poco mucho más.
Tras la guerra civil se dieron a conocer varios contenidos escritos mucho más. Desde el libro de Juan de Zavala, en forma de exégesis de su generación, hasta los productos de Martín Domínguez al comienzo de su exilio cubano. Estos últimos, escritos en la posguerra a lo largo del exilio cubano del creador, se tienen dentro asimismo aquí por su relación con la etapa de El Sol, y como elementos de comparación y de contraste literario y gráfico, puesto que no solo aportan datos sobre la iniciativa de arquitectura y la personalidad del creador, sino más bien asimismo sobre la de su viejo colega. No obstante, como explicaba Moholy-Nagy, no intentó aquí de efectuar una obra teorética rigurosa, cuya efectividad para justificar el estilo Arniches y Domínguez asimismo discutían.
El primordial interés de «La Arquitectura y la Vida» es la lozanía con la que estos arquitectos afrontaron su misión profesional y los principios éticos de los que parten. Estos, discutidos con alguna continuidad a lo largo de los tres primeros tercios del siglo veinte en este país, y con no menos continuidad malinterpretados y «maldiseminados», relucen por sí solos en las voces y del puño y letra de sus autores.
La tarea técnico-pedagógica, que primaba sobre la literaria, apuntada a leyentes pertenecían a los ámbitos modernos y a la joven intelligentsia, enseña el lenguaje liso que empleaban, siendo conscientes de dirigirse a su generación. Solo en los últimos instantes incluyeron algún producto sobre temas candentes de todo el mundo arquitectónico especializado.
De estos contenidos escritos se deduce el pensamiento arquitectónico de estos 2 jóvenes vanguardistas de la «Generación del 25», predecesores del Movimiento Moderno español.
Los productos son congruentes con las proyectos que hicieron hasta el estallido de la Guerra Civil y, en la situacion de Carlos Arniches, hasta su muerte en el año 1958. Tanto las proyectos conjuntas de los dos como las que hicieron a solas, aportan ejemplos y datos suficientes para determinar la personalidad arquitectónica de cada uno de ellos y su iniciativa de la modernidad, e inclusive para saber la autoría de muchas de ellas. Esto deja recomponer la línea arquitectónica personal y entablar el respeto de cada uno de ellos por sus ideas y la congruencia con la que cada quien sostuvo los capitales que afirmaba proteger.
La importancia de esta colaboración con el diario El Sol radica, por una parte, en la aportación que su testimonio piensa para comprender la obra de estos 2 arquitectos, y en los datos que este da para ponerla en contexto y entender su avance durante la vida de los dos. Y por otra parte, «La Arquitectura y la Vida» deja comprender mejor no ahora a estos 2 individuos fundamentales de nuestra arquitectura moderna, sino más bien al grupo de los arquitectos de la «Generación del 25» que, como aseveró el crítico británico William J. R. Curtis refiriéndose al savoir faire español, se ha caracterizado durante todo el siglo XX considerablemente más por lograr que por decir. De esta manera, la única obra de peso redactada por algún integrante señalado de aquella generación fue a lo largo de años la amplia y minuciosa compilación de productos de Fernando García Mercadal, alma máter del conjunto. Salvo eso, solo los pocos productos de Lacasa y alguno que otro disperso de Zavala, Bergamín, Blanco Soler, Sánchez Arcas o Figueroa, y poco mucho más.
Tras la guerra civil se dieron a conocer varios contenidos escritos mucho más. Desde el libro de Juan de Zavala, en forma de exégesis de su generación, hasta los productos de Martín Domínguez al comienzo de su exilio cubano. Estos últimos, escritos en la posguerra a lo largo del exilio cubano del creador, se tienen dentro asimismo aquí por su relación con la etapa de El Sol, y como elementos de comparación y de contraste literario y gráfico, puesto que no solo aportan datos sobre la iniciativa de arquitectura y la personalidad del creador, sino más bien asimismo sobre la de su viejo colega. No obstante, como explicaba Moholy-Nagy, no intentó aquí de efectuar una obra teorética rigurosa, cuya efectividad para justificar el estilo Arniches y Domínguez asimismo discutían.
El primordial interés de «La Arquitectura y la Vida» es la lozanía con la que estos arquitectos afrontaron su misión profesional y los principios éticos de los que parten. Estos, discutidos con alguna continuidad a lo largo de los tres primeros tercios del siglo veinte en este país, y con no menos continuidad malinterpretados y «maldiseminados», relucen por sí solos en las voces y del puño y letra de sus autores.
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