Mi abuelo es soluble en agua

"Conozco bien a Javier Das. No solo hemos cooperado en un libro que publicó Ahora lo ha dicho Casimiro Parker: asimismo hemos compartido alegrías y desazones, cafés y cervezas, proyectos y también ilusiones, rutas y trenes y turismos, micros y niveles, e inclusive nos tocó comunicar habitación de hotel tras uno de esos recitales independientes en los que, prodigiosamente, abonan los regímenes. Hicimos da un giro por La capital de españa, León, Valencia, Blanca o Gijón. Nos divertimos bastante. Y, a lo largo de todo ese tiempo, Javi nos embrujó con historias. En la mayor parte de ellas no hacía falta el toque de humor. Si bien sus poemas acostumbran a dejar un poso amargo y late en sus versos un lamento por lo perdido, juro que en persona es un tipo divertidísimo. Una prueba mucho más de lo preciso que resulta bromear en el momento en que lo que dejas atrás tiene un regusto a hiel. A mí, por consiguiente, me encanta oír sus historias, pequeñas anécdotas sobre amigos, familiares, novias y también inusuales compañeros de otrora. Lo que tardé en comprender, y es posible que ni él mismo lo supiese, es que tenía talento para la prosa. Para contar esas historias en el papel con tranquilidad, con oraciones que a uno se le clavan en la memoria y con las que desearía hacerse un póster o una remera. Fue tras leer 2 o tres cuentos suyos, muy breves, escritos para antologías y gacetas, en el momento en que le aconsejé: “Deberías ofrecer el paso y redactar una novela”. Él aceptó el reto. Y el resultado está aquí, y puedo mencionar con orgullo que es como una dosis extragrande de su poesía: son todas y cada una esas historias que él trae en las alforjas de su biografía, historias vividas, historias íntimas que se emiten de progenitores a hijos… Todo cuanto habitaba ahora en su poesía, pero con mucho más páginas, mucho más expresiones, mucho más argumentos. Una gozada para todos los que proseguimos su trayectoria".José Ángel Barrueco