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A principios de 1930 Nancy Wake gozaba la vida bohemia de París. Antes que finalizara la Segunda Guerra Mundial era la persona mucho más buscada por la Gestapo.
Tras ser testigo de la crueldad de la crueldad nazi en Viena, Nancy se prometió a sí que haría todo cuanto estuviese en sus manos para dejar en libertad Europa de su presencia. Su primera misión, llevar a cabo de correo entre los integrantes de la Résistance, la llevó a ordenar una eficacísima red de fuga para presos socios en Francia, tan eficiente que no tuvo mucho más antídoto que escapar del país al entender que la Gestapo la tenía en su punto de atención. Los alemanes no conocían su identidad, pero la llamaban "Ratón Blanco", por la sencillez con la que se les escapaba de las manos.
Comprometida en la pelea contra los nazis, escapó a Londres, donde se alistó en los servicios misterios británicos. Tras un duro entrenamiento fue lanzada en paracaídas nuevamente en Francia, donde asistió a coordinar la vigorosa acción del maquis. Adiestró a los guerrilleros, fue la encargada de ordenar el material que los aeroplanos británicos lanzaban en paracaídas, recorrió cuatrocientos km en bicicleta por caminos de montaña para hallar a un operador de radio: su apasionada distribución a la causa hacía que nada le resultara irrealizable.
Tras ser testigo de la crueldad de la crueldad nazi en Viena, Nancy se prometió a sí que haría todo cuanto estuviese en sus manos para dejar en libertad Europa de su presencia. Su primera misión, llevar a cabo de correo entre los integrantes de la Résistance, la llevó a ordenar una eficacísima red de fuga para presos socios en Francia, tan eficiente que no tuvo mucho más antídoto que escapar del país al entender que la Gestapo la tenía en su punto de atención. Los alemanes no conocían su identidad, pero la llamaban "Ratón Blanco", por la sencillez con la que se les escapaba de las manos.
Comprometida en la pelea contra los nazis, escapó a Londres, donde se alistó en los servicios misterios británicos. Tras un duro entrenamiento fue lanzada en paracaídas nuevamente en Francia, donde asistió a coordinar la vigorosa acción del maquis. Adiestró a los guerrilleros, fue la encargada de ordenar el material que los aeroplanos británicos lanzaban en paracaídas, recorrió cuatrocientos km en bicicleta por caminos de montaña para hallar a un operador de radio: su apasionada distribución a la causa hacía que nada le resultara irrealizable.
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