Bajo mi piel

No era con la capacidad de comprender esos horripilantes sentimientos que jugaban divirtiéndose en mi pecho mientras que oprimían mi alma. Era una tortura, un desconsuelo punzante. Traté que desaparezca esa sensación de un millón de formas, pero las lesiones solo empeoraban.
Me transformaron en un fácil bicho extraño con el que poder perfeccionarse en los insoportables ratos de centro. Los lacerantes recuerdos me cegaban, me dejaban sin respiración.
Ahora era bastante tarde. Absolutamente nadie podía salvarme.

El centro no es lo que semeja, sus muros ocultan mucho más misterios de los que les podéis imaginar.
¿Estáis dispuestos para descubrirlos?