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La figurita de un perro que debería cambiar de color según el tiempo, si bien no lo realiza pues no le venga en gana, es solo un personaje mucho más de esta historia, pero no por este motivo menos esencial. Un saludo a este cánido y gracias por tu papel.
Asunción, mujer rolliza y sesentona que consigue un nivel de descaro por todos los años vivido, es la reina y señora de un patio de vecinos al que se muda una ingenua joven. La Novedosa, alias que recibe la muchacha, sin votación alguna, se instala bajo la vivienda de aquella, quien hace lo que le venga en gana por el permiso que le entrega la edad, pues siempre y en todo momento lo hizo y por el hecho de que jamás cambiaráááá, como nos canta en alguna ocasión.
Alcanzada por todos y cada uno de los vaivenes de su vecina, adepta a sus historias y miedosa frente a las salidas que logre tener, la joven nos cuenta con datos los hechos de esta enorme de barro, que aprendió a hacerse sabia frente a la vida y a mirarla con optimismo.
Y, como profesora escencial que es Asun, en el momento en que poseas un ligue que no se arroja, deja las sutilezas y emplea su oración: "Me tienes tan febril, que el pasado día planché las camisas con la palma de la mano".
Asunción, mujer rolliza y sesentona que consigue un nivel de descaro por todos los años vivido, es la reina y señora de un patio de vecinos al que se muda una ingenua joven. La Novedosa, alias que recibe la muchacha, sin votación alguna, se instala bajo la vivienda de aquella, quien hace lo que le venga en gana por el permiso que le entrega la edad, pues siempre y en todo momento lo hizo y por el hecho de que jamás cambiaráááá, como nos canta en alguna ocasión.
Alcanzada por todos y cada uno de los vaivenes de su vecina, adepta a sus historias y miedosa frente a las salidas que logre tener, la joven nos cuenta con datos los hechos de esta enorme de barro, que aprendió a hacerse sabia frente a la vida y a mirarla con optimismo.
Y, como profesora escencial que es Asun, en el momento en que poseas un ligue que no se arroja, deja las sutilezas y emplea su oración: "Me tienes tan febril, que el pasado día planché las camisas con la palma de la mano".
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