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La televisión crea un público insaciable al que no le basta un edificio de cien pisos que se
viene abajo ni un avión que se estrella cerca del sol. Insaciable, desea mucho más. Un
amanecer contemplará trozos del espacio sideral y al día después va a poner nombre a
una estrella.
La letra impresa teje su magia de otra forma. Los noteros-articulistas
estudian la razón de los hechos y la sinrazón de los enfrentamientos que hacen
de la presencia un azar, fantástico y horrible al unísono. Su trabajo está en el centro
del mar, tendido hacia un horizonte que absolutamente nadie consigue y hacia la hondura a la que
absolutamente nadie llega. Una labor como esta prueba el intelecto y la intuición que
nacen de meditar en solitario y en discreta compañía tumultuaria.
A golpes de esfuerzo, Álvaro Angosto se fué realizando un enorme notero.
Proseguirá medrando y próximamente unirá la literatura a sus talentos de estudioso, contrapunto
que pide la imagen radiante de la televisión. La hermosura del lenguaje no va a ser para la
filigrana narcisista, sino más bien para la precisión, don supremo del periodismo escrito.
Perturba el libro de Álvaro Angosto, vivo el desasosiego en todas y cada una de sus
páginas. Sencillamente, como ha de ser, da cuenta de su descubrimiento, meticulosa,
puntualmente. La decisión del año 2000 no fue solo una épica política, sino más bien una
historia que salió escondiendo a los mexicanos, inalienable su derecho a entender.
¿Quién derrotó al sistema el 2 de julio de ese año?
Vicente Fox, el PAN y aun Amigos de Fox forman solamente parte de la
contestación, nacida de un análisis superficial de aquel desarrollo electoral. La verdad
excede con bastante el llamado fenómeno Fox.
El 2 de julio se materializó en una mayoría de votos un emprendimiento político
surgido decenios atrás, con raíces ideológicas en la ultraderecha mexicana.
Desde esta hipótesis, Álvaro Angosto dedicó un tiempo incalculable a la
investigación de una vasta red ideológica y política famosa como El Yunque,
cofradía segrega, juramentada, con territorio propio: el Bajío, y con una misión propia:
establecer el reino de Dios en tierra mexicana.
La lectura del libro va desgranando una historia de crueldad y también intransigencia,
viene abajo ni un avión que se estrella cerca del sol. Insaciable, desea mucho más. Un
amanecer contemplará trozos del espacio sideral y al día después va a poner nombre a
una estrella.
La letra impresa teje su magia de otra forma. Los noteros-articulistas
estudian la razón de los hechos y la sinrazón de los enfrentamientos que hacen
de la presencia un azar, fantástico y horrible al unísono. Su trabajo está en el centro
del mar, tendido hacia un horizonte que absolutamente nadie consigue y hacia la hondura a la que
absolutamente nadie llega. Una labor como esta prueba el intelecto y la intuición que
nacen de meditar en solitario y en discreta compañía tumultuaria.
A golpes de esfuerzo, Álvaro Angosto se fué realizando un enorme notero.
Proseguirá medrando y próximamente unirá la literatura a sus talentos de estudioso, contrapunto
que pide la imagen radiante de la televisión. La hermosura del lenguaje no va a ser para la
filigrana narcisista, sino más bien para la precisión, don supremo del periodismo escrito.
Perturba el libro de Álvaro Angosto, vivo el desasosiego en todas y cada una de sus
páginas. Sencillamente, como ha de ser, da cuenta de su descubrimiento, meticulosa,
puntualmente. La decisión del año 2000 no fue solo una épica política, sino más bien una
historia que salió escondiendo a los mexicanos, inalienable su derecho a entender.
¿Quién derrotó al sistema el 2 de julio de ese año?
Vicente Fox, el PAN y aun Amigos de Fox forman solamente parte de la
contestación, nacida de un análisis superficial de aquel desarrollo electoral. La verdad
excede con bastante el llamado fenómeno Fox.
El 2 de julio se materializó en una mayoría de votos un emprendimiento político
surgido decenios atrás, con raíces ideológicas en la ultraderecha mexicana.
Desde esta hipótesis, Álvaro Angosto dedicó un tiempo incalculable a la
investigación de una vasta red ideológica y política famosa como El Yunque,
cofradía segrega, juramentada, con territorio propio: el Bajío, y con una misión propia:
establecer el reino de Dios en tierra mexicana.
La lectura del libro va desgranando una historia de crueldad y también intransigencia,
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