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El libro que firma Manuel Jabois, Conjunto salvaje, traza un paseo por el madridismo de un niño gallego. No es algo casual, por el hecho de que para Jabois el fútbol y la niñez van unidos. “Yo creo que el fútbol es un estado natural de la niñez, algo irracional que sostener en los cauces de la no crueldad, pero esta tontería de felicitar al contrincante o concederle valor jamás la acabé de ver. Uno en la vida tiene la posibilidad de tener amigos de izquierdas y de derechas, casarse con mujeres del Atlético y hasta tener a un hijo del Barcelona, si la providencia es en especial despiadado, pero todo transcurrirá con armonía y piques sanos hasta el momento en que comience el partido. El partido de fútbol pienso yo que es la niñez alocada, parcial y colérica de quien patalea y llora. Ahí uno está defendiendo su parcela de niñez”.
“Yo deseaba llevar a cabo con los tantos de Hugo Sánchez lo que después deseé realizar con mi vida: detenerlos en el tiempo, congelar la alegría y sostenerla envasada en el frigorífico para cogerlos cualquier día y abrirlos tal y como si fueran un helado. Me abochornaba en el momento en que mis progenitores abrían la habitación y me hallaban un martes durante la noche dándole al play y oyendo aquello embelesadamente, intentando de sentir un par de días después lo mismo: apresar el momento, y por consiguiente devolverme a esos pocos segundos en los que era feliz de una forma extrema y muy, muy bella.”
“Levantó los brazos espasmósdicamente y su cuerpecillo se agitó despacio. Entonces se dio la vuelta, al fin, tras muchos años, y chilló «¡gol!» mientras que nosotros, sentados, nos levantábamos a chocarle la mano al menos. «Higuaín», ha dicho antes de caerse sobre su silla para continuar observando el partido, «es el más destacable». Conque nuestro viejo era del Pipa y ahí teníamos entre los milagros del fútbol: un adulto mayor gallego devoto hasta no se sabía qué punto de un veinteañero argentino, un killer que había llegado a La capital de españa con pinta de luchador voluntarioso.”
“Al final de cuenta es a las conmuevas viejas a las que se les tiene mucho más cariño, como hijos que le acompañan a uno desde niño. Lo sagrado del partido del La capital española continúa inmovil como el primero de los días
“Yo deseaba llevar a cabo con los tantos de Hugo Sánchez lo que después deseé realizar con mi vida: detenerlos en el tiempo, congelar la alegría y sostenerla envasada en el frigorífico para cogerlos cualquier día y abrirlos tal y como si fueran un helado. Me abochornaba en el momento en que mis progenitores abrían la habitación y me hallaban un martes durante la noche dándole al play y oyendo aquello embelesadamente, intentando de sentir un par de días después lo mismo: apresar el momento, y por consiguiente devolverme a esos pocos segundos en los que era feliz de una forma extrema y muy, muy bella.”
“Levantó los brazos espasmósdicamente y su cuerpecillo se agitó despacio. Entonces se dio la vuelta, al fin, tras muchos años, y chilló «¡gol!» mientras que nosotros, sentados, nos levantábamos a chocarle la mano al menos. «Higuaín», ha dicho antes de caerse sobre su silla para continuar observando el partido, «es el más destacable». Conque nuestro viejo era del Pipa y ahí teníamos entre los milagros del fútbol: un adulto mayor gallego devoto hasta no se sabía qué punto de un veinteañero argentino, un killer que había llegado a La capital de españa con pinta de luchador voluntarioso.”
“Al final de cuenta es a las conmuevas viejas a las que se les tiene mucho más cariño, como hijos que le acompañan a uno desde niño. Lo sagrado del partido del La capital española continúa inmovil como el primero de los días
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