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La guerra de Tamarón (1037) marcó un jalón en las relaciones entre el reino de León y el, todavía, condado de Castilla. En ella murió sin descendencia el rey Vermudo III de León y el conde de Castilla, Fernando Sánchez, acabó ciñendo la corona leonesa y subiendo al trono como Fernando I.
A su muerte en 1065, Fernando I el Magno dividió su reino entre sus hijos: León fue para Alfonso VI, Castilla para Sancho II y Galicia para García. Empezó de esta forma una extendida y convulsa temporada en las relaciones entre León y el reino de Castilla hasta la determinante unión dinástica de los dos en la persona de Fernando III, proclamado rey de Castilla en 1217 y de León en 1230.
Este intérvalo de tiempo de algo mucho más de doscientos años hasta la desaparición de Fernando III en 1252 vio pasar a enormes individuos (Alfonso VI, su hermana Urraca señora de Zamora, el Cid Rodrigo Díaz de Vivar, la reina Urraca I, el rey de Aragón Alfonso I el Batallador, el emperador Alfonso VII, Alfonso VIII y Leonor Plantagenet, el rey Lobo Ibn Mardanis, Alfonso IX, Fernando III, los arzobispos Gelmírez y Ximénez de Rada, los Lara, los Castro, los Haro, Berenguela de Castilla, Muhammad ibn Nasr, …) y fue testigo de esenciales hechos (la desaparición de Sancho II en el lugar de Zamora, la toma de Valencia por el Cid, las invasiones almorávide y almohade, las peleas de Sagrajas, Alarcos y las Navas de Tolosa, las conquistas de Toledo, Cáceres, Córdoba y Sevilla, la cuestión del Infantazgo de Tierra de Campos, el parlamento leonés de 1188, la independencia de Portugal, las revueltas comunales en Sahagún y Compostela, el nacimiento del reino nazarí de Granada…).
Esta obra, reanudando la narración iniciada en De Covadonga a Tamarón, cuenta la narración de estos individuos y los hechos que protagonizaron, prestando asimismo atención a los movimientos sociales y a las reformas religiosas que tuvieron sitio en esos años y a las complejas condiciones de las mujeres de la realeza y la nobleza de la temporada.
A su muerte en 1065, Fernando I el Magno dividió su reino entre sus hijos: León fue para Alfonso VI, Castilla para Sancho II y Galicia para García. Empezó de esta forma una extendida y convulsa temporada en las relaciones entre León y el reino de Castilla hasta la determinante unión dinástica de los dos en la persona de Fernando III, proclamado rey de Castilla en 1217 y de León en 1230.
Este intérvalo de tiempo de algo mucho más de doscientos años hasta la desaparición de Fernando III en 1252 vio pasar a enormes individuos (Alfonso VI, su hermana Urraca señora de Zamora, el Cid Rodrigo Díaz de Vivar, la reina Urraca I, el rey de Aragón Alfonso I el Batallador, el emperador Alfonso VII, Alfonso VIII y Leonor Plantagenet, el rey Lobo Ibn Mardanis, Alfonso IX, Fernando III, los arzobispos Gelmírez y Ximénez de Rada, los Lara, los Castro, los Haro, Berenguela de Castilla, Muhammad ibn Nasr, …) y fue testigo de esenciales hechos (la desaparición de Sancho II en el lugar de Zamora, la toma de Valencia por el Cid, las invasiones almorávide y almohade, las peleas de Sagrajas, Alarcos y las Navas de Tolosa, las conquistas de Toledo, Cáceres, Córdoba y Sevilla, la cuestión del Infantazgo de Tierra de Campos, el parlamento leonés de 1188, la independencia de Portugal, las revueltas comunales en Sahagún y Compostela, el nacimiento del reino nazarí de Granada…).
Esta obra, reanudando la narración iniciada en De Covadonga a Tamarón, cuenta la narración de estos individuos y los hechos que protagonizaron, prestando asimismo atención a los movimientos sociales y a las reformas religiosas que tuvieron sitio en esos años y a las complejas condiciones de las mujeres de la realeza y la nobleza de la temporada.
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