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Año 450 d. C.
El imperio de Atila, rey de los hunos, se prolonga desde el Rin hasta el mar Negro y desde el Danubio hasta el Báltico. Sus tropas insuperables han sometido a las tribus germánicas y han derrotado constantemente al Imperio de roma de Oriente, que en este momento, miedoso, se inclina frente él y paga tributo. Desde el Danubio hasta Constantinopla todo está asolado.
Flavio Aecio, general en jefe de las tropas de Occidente, sabe que, en algún momento, le debe de llegar el momento a su una parte del Imperio. Pero Occidente es enclenque y está solo: la rica provincia de África ha caído a cargo de los vándalos, suevos y bagaudas campan a sus anchas por Hispania y, en el sudoeste de la Galia, los godos han predeterminado un pequeño reino cerca de la localidad de Tolosa. Hasta entonces, en Rávena, la corte imperial del joven y también inútil Valentiniano III es poco mucho más que un nido de serpientes, conspiraciones y traiciones.
Aecio es siendo consciente de que si hay una ocasión de socorrer lo poco que queda de Roma, deberá pactar con sus viejos y recelosos contrincantes, los godos de Teodoredo, y confrontar a las tropas de Atila donde va a ser la última enorme guerra del ejército de roma.
En las verdes llanuras de la Galia la Historia misma contendrá el aliento. El devenir de Occidente está en juego. Una día. Todo o nada.
El imperio de Atila, rey de los hunos, se prolonga desde el Rin hasta el mar Negro y desde el Danubio hasta el Báltico. Sus tropas insuperables han sometido a las tribus germánicas y han derrotado constantemente al Imperio de roma de Oriente, que en este momento, miedoso, se inclina frente él y paga tributo. Desde el Danubio hasta Constantinopla todo está asolado.
Flavio Aecio, general en jefe de las tropas de Occidente, sabe que, en algún momento, le debe de llegar el momento a su una parte del Imperio. Pero Occidente es enclenque y está solo: la rica provincia de África ha caído a cargo de los vándalos, suevos y bagaudas campan a sus anchas por Hispania y, en el sudoeste de la Galia, los godos han predeterminado un pequeño reino cerca de la localidad de Tolosa. Hasta entonces, en Rávena, la corte imperial del joven y también inútil Valentiniano III es poco mucho más que un nido de serpientes, conspiraciones y traiciones.
Aecio es siendo consciente de que si hay una ocasión de socorrer lo poco que queda de Roma, deberá pactar con sus viejos y recelosos contrincantes, los godos de Teodoredo, y confrontar a las tropas de Atila donde va a ser la última enorme guerra del ejército de roma.
En las verdes llanuras de la Galia la Historia misma contendrá el aliento. El devenir de Occidente está en juego. Una día. Todo o nada.
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