Nadie se muere de esto

La seguridad de que su novio le resulta infiel lleva a Elena a una crisis que le va a hacer replantearse su historia completamente, y conocer de este modo una exclusiva necesidad: la de hallarse a sí.

Para las que desean hallarse a sí mismas.
Para las que nadan contracorriente.
Para las valientes.

Elena, de treinta y tres años, lee un mensaje sospechosamente cariñoso que su novio envió a una ignota por Fb hace un año. Se queda de piedra. No lo puede opinar... ¿Alberto? Semeja irrealizable. Siempre y en todo momento ha sido un novio atento y cariñoso. El chaval especial, el yerno ideal.

Elena está tan asombrada que no sabe de qué forma reaccionar. Siente que precisa aclarar las ideas antes de confrontar a Alberto. En el momento en que apareció en su historia, él le ofreció la seguridad que había perdido tras una asoladora experiencia sentimental. En este momento que todo semeja derrumbarse a su alrededor, reaparecen las inquietudes diluidas en una vida cómoda y, por qué razón no, deseable: ¿Qué siente de todos modos por Alberto? ¿A dónde va su relación con él? Y la más esencial: ¿Qué desea realizar con su historia?

Elena comienza a cuestionarse todo cuanto la circunda, comenzando por la imagen que tiene de sí. Descubrirá que no es, ni de lejos, tan valeroso como pensaba. Por el hecho de que Elena intuye que debe tomar la resolución más esencial a la que se haya enfrentado nunca. Es en este momento o jamás.