ANTÍGONA (Cuestiones de antagonismo nº 99)

Antígona contra las injustas leyes del Estado. Antígona defendiendo las leyes del corazón. Antígona en frente de la ceguera complaciente. Antígona luchando el patriarcado. Son muchas y muy distintas las lecturas que se hicieron del tradicional de Sófocles, de Platón a Judith Butler, pasando por Hegel o Kierkegaard. No obstante, absolutamente nadie hasta este día se había audaz a escribir de nuevo Antígona como lo hizo Slavoj Žižek, con la declarada intención de dejar la literalidad del artículo a fin de que este sea, no obstante, mucho más leal que jamás a su espíritu. Pero ¿de qué manera es viable alejarse de su literalidad sin traicionarlo? ¿No fué Žižek bastante lejos decayendo, desposeyendo de su génesis, la obra trágica de Sófocles? Para el creador ver de frente la obra tradicional, manejarla como algo «abierto» y destinado al futuro es el único modo de sostener vivo aquello que late tras la obra y de realizar justicia con Antígona: actualizar no es solo traer a esta época, sino más bien actualizar. Esa falta de lealtad es el punto de cambio que piensa la versión de discutido pensador esloveno.

Al terminar Antígona, nos percatamos de que no fué únicamente un impresionante juego de interpretaciones, reflejos y lecturas, sino es un trabajo político que exhibe que la ley y la disidencia se retroalimentan, exponiendo la tensión que funciona las relaciones entre Estado y pueblo, familia y también sujeto, hombre y mujer… Al caer el telón, resulta inaccesible opinar que vivimos sin hacernos daño, sino todos nuestros actos nos hacen responsables.