La octava plaga (Saga Casasola)

Casasola debe investigar una secuencia de homicidos para preservar ese empleo que no lo satisface, frente a la mirada escrutadora y los consejos inútiles de Rivas-Souza, el soberbio jefe de redacción. La situacion de la Asesina de los Moteles lo va a llevar a saber a Verduzco, un veterano de la nota roja que se transformará en su gurú, si bien quizá la primordial enseñanza del personaje sea que jamás se puede confiar en absolutamente nadie. Al tiempo que procura sobrepasar su divorcio, Casasola es testigo de extraños cambios en el accionar de su ex- mujer: Olga semeja sentirse atraída por la luz artificial, y en la obscuridad tiende a mantenerse en estado catatónico. Como algunos insectos. De esta forma, los rastros de la investigación se aúnan a los capítulos extraños que cubren al notero, quien próximamente se ve envuelto en una carrera por hallar la cura de un síndrome que amenaza con terminar con la civilización humana.

La habilidad narrativa de Esquinca lo transporta a sus ficciones en cumbres líricas o tráficas (imágenes, acciones) que se ofrecen metáforas y proponen la continuidad. El lector no halla un respiro, un instante conveniente para suspender la lectura, ya que en la acción que viene intuimos siempre y en todo momento un factor que ahondará o desvelará el enorme secreto propuesto por la novela. La utilización de la composición resulta necesario, y tal determinación logra apresar al lector. No hay dispesiones ni pasajes flojos que hagan decaer el ritmo. Esta novela, de la misma "Toda la sangre" y "Carne de ataúd", es un crisol donde el género negro, la fantasía, el horror, la nota roja, esto es, los subgéneros mucho más populares de la escritura se renuevan y también hibridan. De esta manera, La octava plaga es la obra que inauguró el estilo exacto y la combinación de subgéneros que se han vuelto la marca de la vivienda en la escritura del creador.